Cuánta emoción al volver a pisar el templo de Dashunghar. Recuerdo los paseos por la inmensa entrada de la mano de mi abuelo,
el cálido abrazo que la naturaleza te daba en este lugar sagrado a modo de recibimiento,
y la sensación de tranquilidad que allí residía.

Mi abuelo contaba con ternura cómo, cuando era un niño, correteaba por todo el templo provocando las risas de los allí presentes
y, por supuesto, interrumpiendo sus respectivas meditaciones.

Años más tarde, las interrupciones fueron disminuyendo a medida que mi abuelo fue creciendo,
los conocimientos, que durante siglos fueron allí acumulados, dieron sus frutos prácticos
y, finalmente se consiguió la comunicación con El Otro Lado.


ELICA DELVA,  "Diarios". Año: 5589

También te puede interesar

Back to Top